jueves, 11 de agosto de 2011

ETIQUETA Y BUENOS MODALES


 Ejecutivos, profesionales y estudiantes se preocupan por tomar bien los cubiertos y por manejarse correctamente en sociedad.

En las clases de ceremonial y protocolo aumentaron 60 por ciento las inscripciones en dos años. El auge de los negocios con extranjeros incentivó la preocupación por comportarse bien.

La astucia de un empresario exitoso, la fama de un reconocido profesional o el glam de una estrella de cine puede evaporarse en cuestión de segundos con sólo extender una invitación a comer y colocar más de dos cubiertos en la mesa.

¿Por qué tenderle a alguien semejante trampa? Simplemente porque la mesa es la prueba de fuego, una 'cancha' donde hombres y mujeres de todos los niveles sociales prueban quiénes son realmente, de dónde vienen y, más importante aún, qué se puede esperar de ellos.

Si revolean los cubiertos mientras hablan o los 'esgrimen' para pinchar la tortilla de papas, entre otras barbaridades, habrán derribado su propio mito, al poner en evidencia la precariedad de sus modales, amén de haber tirado por la borda el futuro de sus negocios, quizás.

Y no estamos exagerando. No en vano, mientras unos les otorgan cero importancia a las reglas básicas de la etiqueta (como cierto funcionario argentino que durante una gira presidencial fue a una cena de gala en Washington y se bebió el agua del finger bowl, cuando en rigor el recipiente se usa para enjuagar los dedos después de comer mariscos), otros han comprendido que saber conducirse en público es la clave de la comunicación contemporánea.

Ese repentino afán de superación se traduce en la cantidad de personas que actualmente toma clases de ceremonial y protocolo social para pulir sus modales.

Un poco de historia
Ese interés por comportarse bien en público data de tiempos históricos, no prehistóricos. Los aztecas, por ejemplo, fueron gente educadísima, los primeros en usar un bol con agua para lavarse los dedos entre comidas. Los ingleses tienen un decreto firmado en 1724 que establece el lugar que ocupa la servilleta: siempre a la derecha.

Leonardo da Vinci fue quien instaló el uso de la servilleta en las cortes renacentistas, harto de ver cómo ataban los conejos a la pata de la mesa para que los comensales se limpiaran las manos en el lomo de los pobres bichitos.

Catalina de Medici fue la gran anfitriona de su tiempo, y en la Buenos Aires colonial brilló la Perichona. Ella misma servía a sus invitados y enviaba a sus mucamas a estudiar cocina en la escuela de Monsieur Ramón, el primer chef de la historia gastronómica argentina.

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Normas básicas para no pasarla mal
Tome los cubiertos correctamente, no los revolee en el aire ni los esgrima mientras habla.

Una vez que levanta los cubiertos de la mesa para usarlos, nunca tocan de nuevo el mantel. En el descanso se los colocará en forma paralela sobre el plato, nunca a los costados.

No coma el pan del comensal vecino, el suyo es el que está a su izquierda. Y no se le ocurra trozarlo con cuchillo, se hace con la mano. Nunca haga bolitas con la miga.

Durante una comida nunca se habla de negocios, sólo en la sobremesa se pueden tocar esos temas.

No se llene la boca con comida y no hable con la boca llena.

Nunca hable a los gritos, así esté en una comida privada.

Es de mal gusto ir al baño durante un almuerzo o comida, formal o informal. También lo es colocar en la mesa el teléfono celular, cosa que, por otra parte, la gente 'fina' no usa o, por lo menos, lo desconecta.

Si le quedan restos de comida entre los dientes, procure no barrerlos con la lengua, es tan ordinario como usar escarbadientes.

Las mujeres suelen pintarse los labios en la mesa, pero hacerlo es una barbaridad. Si se le despintaron, mala suerte. Espere a ir al toilette para retocarse el maquillaje.

La servilleta se mantiene durante toda la comida sobre la falda, cuando se levanta definitivamente la deja sobre la mesa, nunca doblada como al principio. Y procure no usarla para limpiarse la nariz.

Al finalizar la comida, el primero que se levanta de la mesa es el anfitrión. El café se toma en la sala o en el living.

A menos que tenga conjuntivitis, nunca la gente educada usará anteojos oscuros en ambientes cerrados ni en días nublados. Y si está al aire libre, cuando hable con alguien sáqueselos. Lo mismo cuando le presentan a alguien.

Cuando recién se conoce a alguien, evite hablar sobre política o religión, temas tabú. Nunca pregunte la edad a las personas, ya sea trate de hombres o mujeres, ni el credo que profesa una persona. Evidenciará su falta de roce y ubicación.

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